Los alimentos transgénicos son alimentos derivados de organismos modificados, creados por ingeniería genética. Comienza con la identificación y aislamiento de un gen deseable, utilizando una enzima de restricción. Este gen se inserta en el genoma de la planta o del animal receptor a partir del cual se quiere tener el alimento transgénico. El primero en introducir esta técnica fue el monje austriaco Gregor Mendel en el siglo XIX, quien realizó experimentos con guisantes; por ese motivo se lo consideró el padre de la genética.
Los primeros alimentos transgénicos que salieron al mercado fueron la soya, el maíz, el aceite de girasol y el aceite de semilla de algodón. Estos tipos de alimentos son enriquecidos con vitaminas y minerales, como la vitamina C, betacaroteno, ácido fólico y otros.
Los defensores de los transgénicos manifiestan que los objetivos de estos tipos de alimentos genéticamente modificados son producir variedades de productos cultivados a gran escala, cuya finalidad es reducir las pérdidas en cultivos por plagas de insectos sin necesidad de utilizar productos químicos creando alimentos resistentes a los insectos, conseguir alimentos transgénicos con mejores nutrientes con ayuda de vitaminas y minerales para combatir la desnutrición en el mundo, que sean resistentes al frío, que existan variedades de productos que necesiten menos agua y soporten periodos de sequía. Crear fármacos introduciendo por ejemplo vacunas, lo cual sería más fácil de almacenar y transportar que las convencionales.
Sin embargo, la modificación genética tiene oponentes, quienes sostienen que este tipo de alimentos pueden alterar, suprimir o inactivar las células tradicionales y ser transmitidas de una especie a otra afectando la biodiversidad de las especies.
Algunos riesgos podrían producirse en la salud, medioambiente y en lo económico.
La alteración en las proteínas puede generar reacciones alérgicas en los humanos, como sucede con la soya alterada con genes de la nuez de Brasil. No se sabe todavía qué efectos puedan producir en el organismo la introducción de genes o células resistentes a los antibióticos, su toxicidad y efectos colaterales en el organismo y medioambiente. No existe información científica que avale estas teorías.
En el aspecto económico, las nuevas patentes de estas variedades aumentarán el precio de la semilla. Empresas como Monsanto, que posee el 90% de las patentes de semilla transgénica, trabajan en el desarrollo de semillas estériles que solo se puedan plantar una sola vez, esto hará que los agricultores se vean obligados a pagar cada año y crecer únicamente con los productos monopolizados. Se cree que el peligro ambiental más peligroso es la alteración genética de los alimentos naturales, ya que esta modificación podría producir microorganismos resistentes con enfermedades reemergentes más agresivas e incurables, especies voladoras sean insectos o pájaros que transportan semillas o polen de un lugar a otro desaparecerían, presentándose zonas desiertas lo que generaría una pérdida al ecosistema y perjuicio para la humanidad.
Se debe de pensar en los alimentos transgénicos como medida emergente ante un peligro de extinción, sea por desastres naturales o por la mano del hombre; por ahora se debe de preservar la naturaleza y no destruirla, fortaleciendo la producción de alimentos naturales, protegerla como Dios la creó en beneficio de todo ser vivo.(O)
Fuente : El Universo
UN CONSEJO PRACTICO PARA ESTAR SANO Y SALUDABLE:
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