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La acción docente y el desarrollo de hábitos de vida saludables

 

Pablo César Torres Cañizález*

       Hoy en día los seres humanos hemos deteriorado de múltiples maneras la salud. La sociedad contemporánea, si bien ha traído avances científicos y tecnológicos que han contribuido a proporcionar bienestar, y comodidad a las personas, por otra parte, incorpora otros elementos que inciden de maneras muy negativas en la posibilidad de mantenerse saludable. La comida rápida, los aditivos químicos y preservantes de los alimentos, el sedentarismo, la promiscuidad sexual, la drogadicción y el estrés, son algunos de los factores que más perjuicios originan a la salud de las personas.
       En otras épocas los seres humanos tenían la posibilidad de alimentarse de maneras más saludables, con alimentos libres de procesos industriales, realizando mayor actividad física y viviendo en mayor armonía con la naturaleza, y con las demás personas. Actualmente vivimos sujetos a una dinámica de vida en la cual muchas personas restan importancia a la clase de alimentos que consumen, y en general, al cuidado y mantenimiento de la salud; para muchos la prioridad es la sobrevivencia cotidiana, el cumplimiento de metas laborales, y la satisfacción de deseos generalmente egocéntricos.
       En este orden de ideas, los hábitos de vida saludables son entendidos como el conjunto de acciones cotidianas que las personas practican y que les permiten mantener el estado de bienestar y salud integralmente. Los hábitos de vida saludables constituyen un estilo de vida que hace posible a los individuos vivir más tiempo y con mayor calidad de vida. La educación, entendida como un proceso de transformación social, emprendida desde la interioridad del sujeto y con impacto en lo colectivo, tiene un importante papel que cumplir en la generación de hábitos de vida saludables.
       La educación tradicionalmente se ha orientado hacia la adquisición de conocimientos de naturaleza intelectual, estimulando para ello procesos meramente cognitivos, descuidando el desarrollo de lo afectivo, y por ende, de la formación humana. La educación necesaria en el siglo XXI apunta hacia la formación de personas felices, autorrealizadas y armoniosas; el logro de tan noble ideal implica necesariamente que la gente practique hábitos de vida saludables. La escuela no puede asumir tímidamente este cometido, es necesario que el docente se constituya en un agente formador de sujetos concienciados en relación al cuidado y al mantenimiento de la salud.
       Hoy en día el Ministerio del Poder Popular para la Educación tiene entre sus planes, programas y proyectos algunas iniciativas que apuntan hacia el desarrollo de hábitos de vida saludables; tales como el trompo de los alimentos, las brigadas de salud escolar, el programa todas las manos a la siembra, el programa alimentario escolar, la educación física, el deporte y la recreación escolar, y las acciones de protección y desarrollo estudiantil. Todas estas iniciativas son en sí altamente positivas, pero para que sean más exitosas, y tengan el impacto deseado en la transformación del estudiante se necesita mayor conciencia y compromiso por parte del educador, se deben asumir no como un simple requisito a la hora de elaborar los proyectos de aprendizaje, sino con un sentido trascendente, como una manera de cumplir con la loable misión de formar mejores seres humanos para el presente y el futuro.
       Necesitamos formar personas que se alimenten de manera saludable, conscientes del efecto que determinados tipos de alimentos tienen sobre su organismo, personas que se cuiden y ejerciten su cuerpo, no sólo por razones estéticas, sino para mantener la calidad de vida y prevenir los efectos del envejecimiento sobre el cuerpo humano, personas que dediquen tiempo a su espiritualidad, como una manera de mantener el equilibrio espíritu-mente-cuerpo. Hace falta que las personas vivan apreciando y cuidando el entorno natural, y que sean capaces de hacer una pausa en la agitada dinámica vital para compartir con los seres queridos, para agradecer a Dios o sencillamente para reflexionar sobre lo que nos acontece. La acción docente debe apuntar en esas direcciones si se quiere una generación de seres humanos mucho más saludables y felices.
       *Docente e investigador trujillano

Fuente : Diario El Tiempo

UN CONSEJO PRACTICO PARA ESTAR SANO Y SALUDABLE:



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